Hay preguntas que resuenan con la tensión de la pugna entre la libertad y los límites del presidio. Preguntas que se formulan diariamente aquellos que amanecen con las rejas entre sus manos, en sus corazones, en sus cerebros. ¿Qué podría haber hecho para no terminar así? ¿Por qué llegué aquí? ¿Y ahora, qué?
Y las respuestas provocan una introspección, cada una de las experiencias se vuelven a representar en la mente. Cada fragmento de las experiencias. Cada instante de dichos fragmentos. Vidas enrejadas que pugnan por comprenderse y replantearse.
Desde los presidios recogemos esas historias. Hombres y mujeres que transitaron los caminos del delito nos cuentan sus vidas a través del acto teatral.
Intervenimos en la comunidad carcelaria, recogiendo los trozos diseminados de los recuerdos, reviviendo, indagando los mundos simbólicos, los tabúes, las historias…
Surge en este proceso una comunidad que, a través de la experiencia teatral, reconstruye e intenta dar nuevo sentido al dolor, exponiendo la queja, el tejido social destruido casi siempre desde la cuna.
En el trabajo de creación artística que desarrolla nuestra Compañía, aplicando la técnica del biodrama, exponemos las historias, los delitos, como una parte del dolor colectivo, dejando a un lado todo trazo de paternalismo o compasión.
La cárcel involucra un afuera y un adentro.
Pero hay cárceles invisibles, tejidas en las memorias colectivas. Presidios sutiles, pero no por eso inexistentes. Entre los presos encarcelados y esas rejas invisibles logramos un encuentro. Es el acto creativo que tomando la vida la entrega en su recuerdo. Así, rehabilitar es sinónimo de reflexionar, comprender, replantear, colocar los signos de interrogación, descubrir la historia de los móviles, comprenderse en el curso de la vida y sus más oscuros escondites. Rehabilitar como sinónimo de capacidad colectiva, de una reconstrucción social creativa.